Cada terapia es un mundo, tal como cada persona.

El cuerpo humano es un vehículo perfecto.

Nuestra piel, nuestros músculos, huesos, tendones, venas, etc., son energía que se mueve tan rápidamente y a tantas revoluciones que crea un cuerpo físico, algo palpable. Tal como si coges una cuerda, le atas en uno de los extremos una piedra y comienzas a balancearla fuertemente creando círculos. Si alguien intenta poner un papel en el radio de ese circulo casi imperceptible, no puede, pues se ha creado una especie de escudo circular, algo casi físico. Pues bien, imagina si solo con un simple movimiento se consigue esto, qué no puede hacer la energía que se mueve a velocidades inimaginables.

Nacemos con el sentimiento de Amor, no conocemos el odio, la ira, el rencor, ni la preocupación... estas actitudes son aprendidas conforme vamos creciendo, generación tras generación desde tiempos inmemoriales, haciendo que se haya olvidado la forma de utilizar la sabiduría ancestral o universal que todos poseemos.

Las actitudes aprendidas, cuando se convierten en una forma de vida, acaban dañando el interior, ya sea mentalmente o físicamente. Por ejemplo, una persona que siempre está enfadada, su hígado, su páncreas o vesícula biliar terminarán dañados, produciendo dolor en primera instancia y enfermedad después.

Las terapias alternativas o naturales son indispensable que vayan combinadas con la medicina tradicional, pues ayudan a erradicar el problema desde la raíz, movilizando de nuevo la energía estancada o tomando consciencia de lo que ha llevado a la situación que presenta dolor o enfermedad.

Cada persona debe conocer sus propios gustos, sus propias virtudes y sus puntos débiles.

En lo que ha salud se refiere, creo firmemente que cada persona tiene en sus manos las herramientas necesarias para sanarse a si mismo. En ocasiones no saben utilizarlas y necesitan la ayuda de un profesional que los guíe y acompañe durante un periodo de tiempo, hasta poder volver a coger las riendas de su propia salud, de su propia VIDA.

Mi compromiso es ayudar a sanar, pero sobre todo, enseñar a sanarse uno mismo. Enseñar a escuchar el cuerpo, a callar la mente a volver a ser el SER perfecto que ERES.